Si hay algo que últimamente tengo muy claro, es que uno tiene que disfrutar del momento en el que vive. No importa el ámbito social que te rodea, si tienes pareja, si no la tienes, si tienes más dinero o no, hay que aprovechar el tiempo al máximo para no defraudarse a uno mismo en el futuro. No sé si este es mi ideal, ahora que me acerco peligrosamente a los 40 años, pero está claro que la vida te pone situaciones difíciles y, por esta razón, hay que aprovecharla cuando te da un poco de cuartelillo. Por eso, quizá, estoy intentando hacer algo diferente, probar cosas nuevas (dentro de unos límites, claro) y quitarme las telarañas de una persona que ha intentado ser correcta durante toda su adolescencia.
No voy a extenderme mucho en esta ocasión, ya que habéis podido ver varias de mis publicaciones por las redes sociales, pero os diré que, aunque esta haya sido mi segunda visita a Londres, no será la última. ¿Es posible que una ciudad tenga tanto que ofrecer que necesites tanto tiempo para conocerla? Seguramente.
Ver esta publicación en Instagram
#towerbridge, quizá lo que más me ha gustado de #Londres #trip #viaje #London
Tanto la primera vez, como la segunda, visité la gran ciudad europea junto a mi hermano. La primera vez fue hace 3 años, y decidimos ir para conocer un poco la ciudad, cogimos una tarjeta de esas para poder ver la ciudad ‘gratuitamente’ y vimos prácticamente lo más importante de Londres. Pero nos faltaron muchas cosas por ver. Yo tenía claras dos cosas: quería hacer la ruta a pie de Jack el Destripador, y quería ver una obra de teatro. La primera fue fácil, pero la segunda nos quedó pendiente.
Esta segunda vez, era claro que era lo primero que haríamos, no sólo porque era mi asignatura pendiente, sino porque había comprado entradas para ver a Ian McKellen interpretando King Lear. Sí, 2 horas de cola virtual para comprar unas entradas para una obra de teatro pero, siendo ‘Gandalf‘ merecía la pena cualquier cosa.
Como punto crítico os diré que cogimos billetes de avión con Ryanair hasta el aeropuerto de Standsted. Por favor, si hacéis este viaje, no intentéis ir con ellos, por muy barato que os salga el billete. Nosotros lo hicimos y prácticamente perdimos todo el día: 2 horas de retraso de vuelo, más de una hora para pasar el control policial, espera para el bus hacia la ciudad y más de una hora de camino en autobús hacia Liverpool Street. Nuestro vuelvo salía a las 10:50 y no llegamos a la ciudad hasta las 17:50, y por si no lo sabéis, os diré que todo cierra a las 18:00 allí. Así que el primer día estuvo más que perdido.
Afortunadamente, no perdimos del todo el día, ya que mi hermano y yo teníamos unos amigos viviendo allí y aprovechamos ese día para ponernos al día, ya que había muchas novedades en sus vidas. Esos mismos amigos nos recomendaron que, al llegar, hiciésemos parada en Patty&Bun, una hamburguesería cerca de Liverpool Street, calle en la que nos dejaba el autobús ya en la ciudad.
El segundo día fue El Día. El día en el que por fin íbamos a ver una obra teatral de Shakespeare en el mismísimo Londres. La obra teatral, King Lear, estaba adaptada al tiempo moderno y estaba ambientada en el día de hoy. Afortunadamente, pudimos disfrutar de la obra en el inglés de nuestro tiempo, así que lo entendimos más de lo que esperábamos. También nos sorprendió la longitud de la obra: 4 horas de espectáculo con un descanso de no más de 30 minutos. No voy a extenderme contándoos la obra, pero podéis imaginas que fue una auténtica pasada. A la salida coincidimos con uno de los actores principales, Danny Webb, que nos atendió y nos sorprendió muy gratamente, tanto por su interpretación, como por su trato.



¿Qué hicimos el tercer día?, directamente fuimos al Shakespeare´s Globe en un día lluvioso. Me pareció realmente interesante que un teatro con tanta historia siguiese existiendo años después. A pesar de haber desaparecido dos veces, ahí sigue estando gracias a concienzudas personas que decidieron que ese pequeño ‘edificio’ tenía que seguir estando, para seguir ofertando cultura y emoción. Y eso fue lo que sentí al saber que ese mismo día de nuestra visita era el último día de la temporada en el que se podía visitar el espacio, por lo menos, hasta la siguiente primavera. Así que, con emoción, continuamos nuestra visita al centro de la ciudad, al otro lado del Támesis. Andamos, andamos y por el camino llegamos al la iglesia de Southwark.

Poco que hacer ya. Todo está tan alejado en Londres que puedes pasar días y días descubriendo cosas nuevas. Así que, al hacerse tarde y al estar por el centro, tras una visita obligada a la tienda M&Ms, decidimos acercarnos a tomar algo en uno de los bares que me habían recomendado, y es que todavía no nos habíamos tomado unas pintas: Waxy O’Connors.

Hay tantas cosas por ver, por descubrir que 4 días (3 días por culpa del retraso aéreo) se hacen muy cortos, a pesar de haber estado ya en otra ocasión. La ciudad no sólo me parece increíble por su historia, sino por sus edificios, su gente y sus espectáculos. Tengo claro que no tardaré en volver, ¿quizá para la nueva obra teatral de Tom Hiddleston?