Muchos maquilladores profesionales dicen que la correcta aplicación de los productos de maquillaje se realiza a través de brochas. En realidad, nosotras somos las que elegimos de qué manera queremos aplicarnos el producto: muchas prefieren aplicarlo con los dedos, otras con una esponja y otras prefieren las brochas. Cierto es que las brochas hacen que ahorremos producto, a la vez que nos ayudan a extenderlo de la manera más homogénea posible, pero hay tanto tipo de brocha que al final muchas preferimos extenderlo con los dedos.
Claro está que este es mi caso, pero siempre tengo alguna que otra brocha a mano para pequeños retoquitos. Pero las brochas se ensucian con cada uso, pueden coger polvo del ambiente si no se guardan en un lugar adecuado y puede haber bacterias entre sus pelos.
Cuando las brochas están totalmente limpias, se produce un aplicado correcto del producto, mientras que si la brocha ha sido usada con anterioridad, es posible que tenga restos que impidan que el aplicado no sea tan fácil de deslizar como debería, obteniendo trazos menos definidos o dándonos un toque final que no es el deseado.
Lo correcto sería limpiarlas una vez por semana, haciéndolo con agua templada y jabón. Hay que buscar productos especialmente dedicados a este fin, o por lo menos, utilizar algún jabón que no fuese demasiado agresivo. Si los productos elegidos son agresivos, habría incluso que aplicar alguna mascarilla capilar. Para secarlos, colocarlos boca abajo, pero nunca usar secador.
Espero que os haya servido tanto de ayuda como a mí.