Hace algo más de un mes tuve mis primera vacaciones del año. Por mi trabajo, no puedo tener vacaciones navideñas y, lo que suelo hacer para no desesperarme es tomarme una semana cada dos meses (a excepción de octubre, noviembre y diciembre) para descansar lo suficiente para seguir aguantando con energía hasta las siguientes.
El 15 de febrero fue la fecha que elegí para tomarme las primeras vacaciones y decidí que este era el momento de hacer un viaje en solitario. Hasta ese día siempre había hecho pequeños viajes con mi familia o con mi ex-pareja, pero nunca había podido disfrutar de una escapada con la única compañía que la de uno mismo. Siempre han dicho que este tipo de experiencias hacen crecer a la persona, que se hace más independiente y que disfruta de esa cosa que poco se suele tener que recibe el nombre de ‘soledad’. Pues eso quería yo, disfrutar de unos días haciendo lo que yo quería en un sitio totalmente desconocido que, al final acabó siendo Amsterdam, un sitio no muy lejano pero a la vez muy diferente a lo que vemos en España.
Como el día anterior era domingo, y por norma general libro los domingos en el trabajo, cogí el billete para esa misma mañana, así que ese iba a ser mi regalo de San Solterín (como dice mi amiga Merilú). A las 5 de la mañana ya estaba cogiendo en el aeropuerto y a las 6:30 salía volando hacia mi destino.
Dia 1: llegada a Amsterdam
A las 8 ya estaba en el aeropuerto de Schiphol y media hora más tarde estaba ya en plena ciudad. El viaje lo había planeado desde Madrid, ya tenía reservado el hotel y sabía qué quería visitar, con una pequeña duda: uno de los días que estuviese allí quería visitar otra ciudad cercana ¿cuál?, dudaba entre Rotterdam y Utrecht.
Pero eso no iba a ser lo más difícil, lo peor fue la llegada. Llevaba un mes mirando qué tiempo podría hacer cuando llegase a la ciudad y rezando porque las temperaturas fueran lo suficientemente buenas para hacer turismo pero cuando llegué no podía creer lo que estaba viendo. No sólo hacía mucho frío, eso ya lo imaginaba, sino que llovía a mares y hacía tanto viendo que ni la capucha que llevaba se mantenía en su sitio. No llevaba paraguas, me mojaba porque la capucha no se quedaba en su sitio y, además, se me congelaban las manos porque, aunque llevaba guantes, los había llevado de cuero y al mojarse con la lluvia daban más frío. Un panorama.
Dejé la maleta en el hotel y decidí ir a uno de los museos más importantes del país, el de Rijks que, además, estaba al lado de mi hotel. Como es conocido mundialmente y desde fuera lo veía bastante grande, sin querer lo comparé con el Museo del Prado y pensé que si no me daba prisa no iba a poder tener tiempo de llegar a mi próximo punto. Sinceramente, el museo me gustó mucho pero pasé tan rápido que casi me sobró tiempo porque calculé que sería mucho más grande de lo que era en realidad. Las comparativas dicen que no son buenas y es que lo que tenemos en Madrid es difícil de alcanzar.
Como iba sola y no conocía la ciudad, opté por realizar un tour gratuito por la ciudad. ‘Mala idea’ pensé en cuanto llegué a Amsterdam por culpa de la lluvia y el frío. 4 horas de tour a pie junto a Manuel, el italiano gallego de Sandemans que puso todo su empeño para amenizarnos como pudo la tarde.
Día 2: conociendo la ciudad
El segundo día tenía claras varias cosas: quería hacer varias paradas que ya tenía contratadas desde Madrid desde hacía mucho tiempo. Esperaba que, en esta ocasión pudiese hacer alguna fotografía más porque por culpa del frío me había sido imposible sacar las manos de la chaqueta para hacerlas.
Mi primer paso fue visitar el Museo de Van Gogh, que es el que realmente quería ver. También estaba muy cerca de mi hotel así que andando me acerqué en un momento. Tampoco tenía mucho tiempo para llegar al siguiente lugar, así que fui visitando el museo lo más rápido que pude pero disfrutándolo a la vez, y es que Van Gogh siempre ha sido uno de mis artistas favoritos.
Una foto publicada por ANA BELÉN PINTO (@bglameit) el
A las 12:30 tenía cita con The Hungry Birds, una empresa que hace un tour muy especial por la ciudad de Amsterdam. Este también era a pie, pero consistía en ir visitando los lugares más emblemáticos en cuanto a comida se refería. Seguramente haga una entrada más específica de este tema, así que simplemente os diré que, aunque parezca que no, hay sitios originales que visitar. Yo siempre he pensado que cuando te vas de vacaciones no siempre tiene que ser sol y arena, sino que el descanso también tiene que ir unido a la gastronomía y que no hay nada mejor que la comida para conocer las tradiciones de un país.
Otra cosa que tenía claro es que tenía que visitar la antigua fábrica cervecera de Heineken. Hasta hace relativamente poco, no he sido aficionada al alcohol y, por decirlo claramente, las bebidas más ‘ligeras’ como el vino y la cerveza se han convertido en las bebidas de acompañamiento a los mejores momentos con amigos. Así que esta es otra parada que ya tenía contratada desde hacía tiempo. Un tour por la fábrica de una duración de 2 horas en las que puedes interactuar con máquinas que te hacen probarte a ti mismo ayudándote a saber si sabrías servir la cerveza perfecta, pudiéndote hacer fotografías de grupo y hasta disfrutar de un par de bebidas durante la visita en las salas que tienen allí acondicionadas para ello.
Día 3: Utrecht
Pues sí, al final decidí visitar la ciudad de Utrecht. Un amigo me comentó que una bonita parada y totalmente diferente habría sido la de Rotterdam pero, tras preguntas a Manuel (¿Os acordáis de él?, el italiano gallego), decidí por pasar mi tercer día por Utrecht.
Cogí un tren en Centraal Station y en 40 minutos ya estaba allí. Me extrañó que al llegar no salí a la calle directamente, sino que había un pasillo comercial de 500 metros más o menos que iba desde la estación al centro de la ciudad que tenías que recoger sí o sí para llegar hasta allí. A parte de esto, la ciudad me pareció muy bonita. Tenía el encanto, al igual que Amsterdam, de su arquitectura, su tipo de edificio y sus canales.
Lo mejor de estas dos ciudades es que puedes ver todo lo importante a pie. Todo está relativamente cerca y puedes disfrutar de las vistas mientras das un paseo sin ninguna prisa. Allí lo más importante para visitar quizá sea la Catedral y la Torre de Dom, de estilos gótico, aunque simplemente caminando entre sus calles encuentras instantáneas preciosas.
Día 4: la vuelta a casa
Ya no me quedaba tiempo para visitar. Tenía que coger el avión de vuelta a las 13:15 del mediodía y decidí que lo mejor que podría hacer es volver a dar una vuelta por el centro y fotografiar todas aquellas cosas que no pude hacer los dos primeros días por culpa del frío. Afortunadamente, los dos últimos días fueron mucho mejores que los dos primeros, y pude disfrutar de las caminatas mucho más.
Dí una última vuelta, visitando algunas tiendas de souvenirs y haciendo algunas compras de última hora. En un vídeo que editaré en los próximos días os enseñaré las compras que hice durante mi viaje. ¿Os apetecería verlo?
Una vez que ya he vuelto a la realidad, pongo en claro ideas y me doy cuenta de que la vida en Amsterdam es mucho más diferente a lo que estamos acostumbrados en España. Obviamente el tema de las bicicletas es algo normal allí. Como las distancias son tan cortas, la gente prefiere montar en bicicleta para ir a los diferentes sitios. Las calles son muy estrechas, debido a la gran cantidad de canales que hay y es mucho más fácil movilizarse con ellas que con coche. Tampoco hay suficientes sitios de aparcamiento y, los pocos que hay están tan cerca de los canales que muy por seguro tienen la facilidad de caer al agua. Además, tienen prioridad a la hora de circular. En España tiene prioridad un peatón pero allí no, siempre tendrá prioridad una bici.
Por otro lado, las casas tienen un encanto inherente, cada cual más estrecha a la que está al lado. Todas son diferentes pero con el mismo concepto: casas estrechas, de colores, y altas. Es un lujo poder verlas todas junto a los canales.
Tengo claro que hay muchas cosas que se me quedaron por ver. Hay gente que me pregunta por qué no visité el Museo Madame Tussauds por ejemplo. Sinceramente, creo que es una visita con la que hubiese perdido el tiempo. En mi viaje a Londres también pasé por alto esa visita. Quizá si haces un viaje de una semana sea un sitio que merezca la pena visitar pero cuando viajas tan sólo unos días es algo de lo que puedes prescindir, al fin y al cabo son figuras de cera lo que estás viendo pagando un precio desorbitado por ello.